El reloj de la cocina donde trabajo a pesar de que esta lleno de grasa por los alimentos que se preparan, indica que la hora de la salida esta próxima.
30 minutos después, me encontraba bajando la palanca de las direcciones del vehículo para entrar a mi cochera. El atardecer era espectacular, se reflejaba de maravilla en el cofre, cada gama de color se dividía desde lo más claro a lo obscuro. Finalmente llegue a la cochera, apagué el motor y me quedé pensando en lo agitado que había sido el día. Abrí la puerta y me baje, escrudiñe muy bien el cuarto y sonreí al ver todas las herramientas de jardinería – "este fin de semana tendré que asear mi patio" – y seguí caminando sonriente, sabía que estaba apunto de descansar y recuperar energías para el día de mañana.
Por fin, la puerta principal. Es el momento de empezar a revivir los momentos de regocijo, de placer. Saque las llaves del bolsillo de mi chaqueta y me dispuse a introducirla en la pequeña ranura de la chapa. Viré la muñeca y los candados se botaron. Empuje la puerta y el aire a hogar escapo inmediatamente y me aliento a entrar.
Me di la vuelta para cerrar la puerta y vi como el sol se estaba escondiendo detrás de las casas de enfrente – "siempre en el mejor momento". Cerré la puerta y mire el reflejo de las ventanas en el piso que conducen a la sala, deje que me guiará el camino luminoso a mi reconfortante juego de sillones para tirarme en el más grande de todos. Me quite los zapatos con los mismos pies, a la fuerza brava sin desenredarme los cordones. Me desajuste la corbata y suspire mientras miraba el techo.
Pasaron un par de minutos mientras observaba el amplio techo. Suspire y los recuerdos vinieron a visitarme, giré mi cabeza a la pared contraria y observé por enésima vez el retrato de mi familia como era iluminado por el rayo anaranjado que penetraba a través del gran ventanal. Observe los rostros de mis padres, tal y como les recuerdo felices y sonrientes, mi mejor ejemplo.
Entre observar el cuadro y la necesidad de volverles a dar un último abrazo la garganta se me secó y me levanté por jugo de naranja. Me acerque a la cocina y recordé los momentos cuando mi madre me enseño a cocinar huevo. Solamente sonreí y le di las gracias por la oportunidad que me dieron al llegar hasta lo que soy en este momento. Bebí jugo del mismo empaque y mire el jardín – "si que si ocupa una podada ya".
Regrese a la sala con todo y el envase del jugo. Encendí el modular y le puse "play", subí el volumen a un nivel donde se aprecia mejor la música, casi a la máxima capacidad. "To Build a Home" era el tema que sonaba del grupo The Cinematic Orchestra. Me senté de nuevo en el sofá que esta en dirección al marco fotográfico. Cada vez que miraba ese retrato encontraba nuevas expresiones en sus rostros e inclusive en el mío también – en aquel tiempo era joven y testarudo. Mientras la canción seguía avanzando el sol iba cayendo poco a poco invitándome a cerrar los ojos y viajar al pasado para recordar.
La música es mi guía, mi conducto la que me fortalece y me trae al momento donde me encuentro tecleando este escrito y pensando el por qué de este escrito.
Simplemente tuve una clase genial y opte por aprovechar la fuente de inspiración.